-27 de Julio de 2007-
Quién no había soñado con que llegara este día.
Por lo bueno: la subida al famoso Preikestolen,
y por lo malo: las dudas de algunos compañeros de si podrían
o no podrían subir a este maravilloso lugar.
Nosotros, en particular, desde hace muchos años, habíamos puesto en nuestro punto de mira Noruega por este mirador en especial. No voy a decir que habíamos basado nuestro viaje en este día, pero era la etapa cumbre de las vacaciones.
La mañana no pintaba bien desde el principio. Aunque estábamos acostumbrados, en esa semana, a amanecer con lluvia o nubes y luego que el día abriera, ese día era diferente.
El tiempo en la costa no es igual que en las regiones interiores.
Embarcamos todos para cruzar el fiordo de Lyse.
A pesar de la climatología, creo que a más de uno le cautivó por su paisaje totalmente distinto a los otros dos fiordos que habíamos visto.
El tiempo, desgraciadamente, va empeorando. Viento, lluvia, todo lo necesario para no poder afrontar la tan temida y deseada subida.
Nunca en la vida he tenido algo tan cerca y tan lejos a la vez.
La sensación de poder tocar algo con la punta de los dedos, pero que cuando quieres agarrarlo...se desvanece.
Mirar "El púlpito" desde la cubierta del barco, solo, lloviendo, a sus pies, me ha dejado un sabor agridulce que creo que solo desaparecerá volviendo a este lugar en un futuro.
Nos acercarnos en autobús al campamento base donde comienza la ruta para acceder al Preikestolen. El tiempo yo creo que es peor todavía, y Miguel nos aconseja diciéndonos que el no subiría, pero que si alguien quiere intentarlo, el sube a acompañarlo.
El corazón, te anima a subir. La cabeza te dice que no es prudente, e incluso, que es peligroso.
Se decide volver a Stavanger, y pasar allí lo que queda del día.
Otra vez será....ojala haya otra vez.
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